LOS GUARDIANES DEL NEXO: IMINAT

La segunda guardiana del Nexo

6/10/20243 min read

El sol había comenzado a acariciar las cálidas tierras del desierto de Dak. La fuerte tormenta que la asolaba horas atrás había cesado al fin. Amadeus caminaba con su rostro completamente cubierto por su capucha y su bufanda, sintió alivio al ver que la tormenta había cesado, pues eso significaba que Zagur ya no se encontraba cerca. ¿Habría conseguido darle esquinazo a uno de los guerreros más poderosos que jamás haya existido? Fuera como fuera no iba a desperdiciar la oportunidad de huir antes de que Zagur decidiera volver para darle caza. Amadeus se encontraba algo lejos de la población más cercana, aunque sabía que si su ritmo era constante llegaría antes del anochecer, o al menos eso pensaba, pues la luna comenzó a asomarse, el sol se escondió casi de inmediato dejando el desierto en completa oscuridad, solo iluminado por la luz de la luna llena.

-No puede ser... deberían quedar al menos siete horas más de luz -dijo Amadeus mientras se quitaba la capucha.

El hombre no entendía nada, sentía como un fuerte escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Entonces lo entendió, Zagur, no era el único que había decidido venir al plano de los vivos.

-No puede ser... Zagur, el heraldo de la tormenta y ahora... Iminat, la noche eterna -Amadeus rompió a reir de manera nerviosa. -¿Tanto te he molestado dama negra? -preguntó mirando al cielo.

-Nuestra señora no te contestará, no pierde el tiempo con sin nadies -dijo una voz de mujer.

La sangre de Amadeus se heló por completo, aunque intentaba evitarlo su cuerpo comenzó a temblar de terror, aunque quería huir sabía que era inutil. Si un guardían del Nexo te encontraba, tu destino ya estaba sellado. Amadeus se giró y allí estaba. Una silueta delgada, vestida con una armadura ligera de cuero, con una capucha que le cubría el rostro, si es que había algún rostro que cubrir, pues aunque era de noche, la visión era bastante clara, por más que lo intentaba Amadeus no conseguía distinguir el rostro de Iminat.

-Pensé que sería Zagur quien me daría caza -dijo nervioso.

-No, Zagur no está aquí por tí -respondió.

-Ya veo, ya que voy a morir me gustaría saber algo -pidió el hombre como si ya hubiera aceptado su destino.

-Adelante -respondió directa.

-¿Qué hacen dos guardianes a la vez aquí? -preguntó.

-No somos dos los que estamos aquí -respondió.

-¿Cómo? -preguntó entrecortado.

-Estamos los seis aquí -respondió.

El alma de Amadeus se congeló, ya era algo excepcional que un guardián abandonara el Nexo, pues ellos eran quienes vigilaban las puertas, ellos guiaban a las almas hacia su destino ¿Qué estaba ocurriendo para que los seis guardianes abandonaran el Nexo a la vez?

-¿De verdad estáis todos aquí? -preguntó.

-Deja de hacerte el tonto Amadeus, mi tiempo es muy valioso y no me gusta perderlo así que doy por concluida esta conversación -dijo tajante.

La oscura mujer creó una espada de doble filo, sin decir nada se colocó al lado de Amadeus, muchas eran la leyendas que habían sobre la velocidad de Zagur, pero Iminat no tenía nada que envidiarle. La mujer puso su espada sobre el cuello de Amadeus.

-Nunca me encontraréis, siempre seré eterno y tu señora seguirá proporcionándome el ingrediente necesario para que eso siga siendo así -dijo Amadeus sonriendo.

Iminat no dijo nada, la mujer deslizó su espada por el cuello de Amadeus, la sangre comenzó a brotar con gran abundancia, la suave y fina arena del desierto comenzó a teñirse de rojo mientras el cuerpo de Amadeus cayó al suelo sin vida. Iminat guardó su arma y miró hacia el cielo.

-El bosque de Gamúr... Esa zona es tuya Lamis -dijo al cielo.