LOS GUARDIANES DEL NEXO: IRAS

La cuarta guardiana llega a las Tierras Baldías

10/25/20244 min read

El viento soplaba con fuerza en la ciudad de Instarith, las nubes grisaceas se movían en el cielo como si se encontraran en medio de una bella danza. A pesar del mal tiempo las calles de la ciudad permanecían bulliciosas, los mercaderes cantaban sus ofertas, las risas de los niños llenaban el aire rebotando entre las enormes estructuras de piedra. Entre la gran multitud caminaba Amadeus, encapuchado, su túnica desgastada, sus pasos erráticos y su mirada perdida hacía parecer que no era más que un vagabundo más de tantos que habitaban las calles de la enorme ciudad, eso le venía bien para pasar desapercibido pues nadie solía prestar atención a esos sujetos. El nigromante no parecía tener un rumbo fijo, simplemente caminaba como si ese fuera su único propósito. El cielo cada vez comenzaba a tornarse más negro, las nubes se hacían mas espesas aunque los habitantes de la ciudad no prestaban atención, no hasta que el sol quedó completamente tapado inundando la ciudad con una oscuridad inquietante. Ahora sí, toda la ciudad quedó en silencio, todos miraron al cielo, asustados, confusos, pues aun deberían quedar al menos seis horas más de luz.

Amadeus estaba ausente de la situación, pues no detuvo su andar, no se paró ni un segundo a mirar que estaba pasando, simplemente caminaba, hasta que algo lo obligó a frenar su marcha.

Amadeus comenzó a fijarse de que todo en la ciudad se paralizó, los habitantes de Instarith parecían esta parados en el tiempo, el propio cielo detuvo su danza, incluso una manzana de uno de los puestos de fruta cercanos se mantenía en el aire como si se negara a caer al suelo. Amadeus esta vez si prestó atención a todo su alrededor, su sangre comenzó a correr con más velocidad por su cuerpo, mientras el miedo y la confusión invadían su mente.

-Otro que me encuentra -dijo en voz alta como si esperara que alguien lo escuchara.

Ante él comenzó a materializarse una figura, una mujer encapuchada, vestida de negro, su piel pálida como la nieve se postraba ante el nigromante mientras sus ojos de sangre se clavaban en los de Amadeus.

-Iras, la ilusión -susurró nervioso.

-Para ser un simple mortal estás dando muchos problemas querido -dijo la mujer, su voz parecía distorisionada.

-Bueno, uno no vive durante siglos sin saber algunos trucos -dijo intentando bromear para espantar el miedo.

-Claro, eso es cierto -dijo entre risas -pero dime una cosa querido -continuó -¿Qué se siente al saber que esa vida aparentemente eterna llega a su fin? -preguntó su tono se tornaba más siniestro.

-Tus compañeros ya lo han intentado y al igual que tu solo matarás a una copia de mí -dijo con tono burlón.

-Claro, por que eso es lo que nos ordenó la Dama Negra, nosotros las copias, ella el original -dijo mientras su rostro se ensanchaba con una sonrisa siniestra.

Amadeus se paralizó ante esas palabras, el miedo comenzó a invadirle, esta vez si que no había falsedad, aunque intentaba evitarlo su cuerpo no paraba de temblar.

-La Dama... ¿Va a venir? -preguntó aunque no quería saber la respuesta.

-¿No es grandioso? -Preguntó su tono lleno de burla -siéntete afortunado querido, has llegado a ser tal incordio que nuestra propia señora se va a encargar de ti, podría habernos dejado a nosotros o incluso enviar al segador, pero no, ha decidido ocuparse ella misma -dijo mientras no paraba de reír.

-No puede ser -dijo Amadeus mientras su mirada se perdía.

-En fin, no alarguemos esto más de lo necesario, Zagur parece haber terminado su encargo, Iminat y Lamis también, Polas y Zolas estarán a punto de hacer el suyo así que tengo algo de prisa, acabemos con esto si no te importa querido.

El suelo comenzó a temblar mientras toda la ciudad seguía parada en el tiempo. Amadeus en un intento desesperado sacó una daga desgastada que guardaba bajo su túnica y atacó a Iras, la mujer ni siquiera se movió, Amadeus lanzó una puñalada a la altura del corazón de la mujer pero este la atravesó como si estuviera formada de humo, por el impulso Amadeus cayó al suelo y miró a Iras a los ojos.

-En realidad no estas aquí ¿Verdad? -preguntó, su voz estaba cargada de miedo.

-Mi cuerpo físico no necesita moverse para acabar con un despojo como tu -dijo burlándose del hombre.

Iras hizo un suave movimiento con su mano derecha, unos finos hilos de energía morada emergieron de sus dedos dirigiéndose hacia Amadeus, la energía comenzó a enrollarse en el cuerpo del hombre mientras su mirada se inundaba de terror. Amadeus comenzó a sentir como todo su cuerpo ardía, como si hubiera caido en el interior de un volcán que acababa de entrar en erupción, entre gritos de agonía el cuerpo del nigromante se desvaneció sin dejar rastro alguno, sus gritos desaparecieron en el viento como si nunca hubieran existido. Iras lanzó un pequeño suspiro y se desvaneció como una sombra. El sol poco a poco volvió a acariciar con sus rayos la ciudad mientras sus habitantes volvieron a la normalidad, ignorantes de lo que acababa de suceder, continuando sus vidas como si nada.