LOS GUARDIANES DEL NEXO: LAMIS

El tercer guardián hace su aparición

10/2/20244 min read

El bosque de Gamúr, una zona situada al este de Polumor, el reino de los orcos. A pesar de su nulo avance en lo tecnológico son pioneros en la guerra, caminar sin permiso por sus tierras no suele acabar bien para aquellos que son capturados. El bosque de Gamúr, uno de los más frondosos conocidos, las ramas de sus árboles se retorcían como enredaderas, como delgados brazos que intentaban agarrar todo aquello que se atrevía a entrar en el bosque. Amadeus caminaba cauteloso entre la maleza. Su túnica de tela rasgada por el roce con las ramas, en su cara varios arañazos, pero parecía no notar nada, se limitaba a caminar a paso ligero, sabía que era cuestión de tiempo que lo encontraran. Era cuestión de tiempo de que Zagur, Iminat o algún otro guardián diera con él.

Amadeus caminaba como si no tuviera un rumbo fijo, como si su único propósito fuera el seguir corriendo, sin importar a donde, sin importar la distancia recorrida, solo correr más y más. Amadeus llegó a un pequeño claro, un respiro de de tanta frondosidad, el bosque era sin duda agobiante, pues apenas podías estirar los brazos sin tocar dos árboles como si una pequeña habitación que se encoje se tratara.

Amadeus aspiró hondo. Sus pulmones se llenaron de aire sin el agobio de estar rodeado de madera y musgo. Aunque su respiro no duró demasiado. Un grupo de orcos, seres de piel grisácea, corpulentos, con pesadas armaduras se encontraban allí, sentados, parecían estar descansando. Amadeus intentó esconderse al verlos pero no sirvió de nada. Los oscuros ojos de aquellos seres se clavaron en el hombre, Amadeus sintió sus miradas como si decenas de flechas atravesaran su piel, Amadeus huía de los guardianes pero, sabía que lo que los orcos le harían sería incluso peor.

-¿Qué haces aquí humano? -preguntó uno de ellos.

-Solo estoy de paso -respondió con voz temblorosa.

-Nadie puede caminar por estas tierras sin la autorización del líder, enseñame tu salvoconducto y podrás seguir tu camino -dijo amenazante mientras se ponía en pie.

-Claro ahora mismo, lo tengo en mi bolsa, permitídme cogerlo porfavor -respondió, sus manos temblaban sin control.

-Si quieres conservar las manos te recomiendo que no las introduzcas en esa bolsa -amenazo el orco con voz grave.

Amadeus se quedó helado, sea lo que sea que estaba planeando para salir de esa situación no iba a funcionar, ese orco no parecía ser un mero explorador, su piel estaba repleta de cicatrices, estaba claro que su cuerpo había pasado por innumerables batallas, parecía ser un alto cargo dentro de las filas del ejercito orco, uno de los más temidos conocidos.

-Lánzame la bolsa humano, yo mismo cogeré el salvoconducto -dijo el orco con un tono amenazante.

Amadeus no tuvo opción, agarró su bolsa y se la lanzó al orco a los pies. El guerrero agarró la bolsa y comenzó a hurgar dentro de ella. Amadeus tenía que hacer algo, no tenía permiso para estar allí y en cuestión de segundos ese orco lo sabría.

Sin previo aviso el cielo comenzó a tornarse rojo, era un rojo tan intenso que todo el lugar se tiñó de ese color. Todos los presentes entraron en estado de alerta.

-¿Qué estas haciendo humano? -preguntó el orco.

-Yo no estoy haciendo nada -respondió con su rostro descompuesto.

-Embustero ¡Eres un hechizero, matadlo antes de que complete su conjuro! -ordenó al resto de orcos.

Los cinco orcos se lanzaron a por un indefenso Amadeus, el ambiente comenzó a tornarse sofocante, era como si las puertas del mismo infierno se hubieran abierto y sus llamas hubieran invadido todo el mundo. Cuando una de las espadas de los orcos iba ha acertar en el cuello de Amadeus esta impactó contra algo duro, algo que hizo que se rompiera como si fuera de madera. Amadeus y los orcos observaron perplejos como, entre Amadeus y el orco se interpuso un hombre, un hombre corpulento, alto, incluso más que los grandes orcos, su rostro tapado por una capa con capucha, no llevaba armadura ni nada que pareciera protegerle solo unos harapos que hacían de ropa.

-Lo siento, me encantaría ver como destripáis a esta rata, pero desgraciadamente tengo que hablar con él, prometo que cuando mi conversación termine podréis hacer con el lo que queráis -dijo el hombre con voz grave aunque con tono amigable.

-¿Quién eres tu? -preguntó el orco.

-Oh, claro disculpad mis modales, me llamo Lamis y soy el tercero de los guardianes del Nexo -respondió mientras hacia una pequeña reverencia.

Amadeus tembló al escucharlo. Lamis, el aniquilador de reinos, el creador de la cicatriz del mundo, el poseedor de la espada Cortaverdades, era en lo que a poder bruto se refiere el más poderoso de los guardianes.

-¿Guardián del Nexo? -preguntó el orco.

-Es algo largo de explicar, estoy al tanto de que vuestro pueblo no está demasiado metido en lo que la muerte y el mas allá se refiere -dijo Lamis.

-Guardián o no, eres un humano, así que o muestras tu permiso para estar aquí o acompañaras al hechicero -amenazó el orco.

-¡No seáis imbécil! Nada puede herir a Lamis, mira como ha acabado la espada de vuestro guerrero, si queréis mantener la vida deberíais huir -gritó Amadeus.

-Deberíais hacerle caso, no quiero hacer daño a nadie que no lo merece -dijo Lamis intentando calmar la situación.

-¡Matadlos! -gritó el orco.

Lamis suspiró mientras los orcos se abalanzaban sobre él. Su gran espada comenzó a brillar y se impregnó de llamas, unas llamas de tal magnitud que el calor que desprendía comenzó a quemar los árboles cercanos. Lamis hizo un leve movimiento con su mano, agitando apenas la espada, sin tan siquiera levantarla. Las llamas emergieron devorándolo todo, el suelo comenzó a agrietarse y levantarse. Los orcos fueron convertidos en poco más que partículas de polvo al entrar en contacto con las llamas. El fuego cesó y los alrededores se convirtieron en ceniza, una gran parte del bosque había desaparecido con tan solo un pequeño movimiento de su mano.

Lamis se giró y vio el cuerpo de Amadeus calcinado, aunque no parecía Amadeus a pesar del estado del cuerpo su rostro parecía haber cambiado.

-Mierda... Me he excedido un poco -dijo para sí mismo. -Pero está claro que este tampoco era el original, así que mi trabajo ha terminado, será mejor que vuelva.

Lamis comenzó a caminar entre las cenizas hasta que desapareció en la penumbra.