MI ANGEL DE UN SOLO ALA
Dedicado a ti, hijo mío
9/24/20243 min read


Recuerdo aquel momento, recuerdo el llanto desconsolado, recuerdo como lo envolvieron, como lo pusieron en nuestros brazos mientras su llanto no cesaba. A pesar de ser un llanto casi desconsolado es el sonido más bonito que jamás he escuchado. No fue hasta el segundo día de hospital en el que comencé a notar esas molestias. Notaba como si la parte central de la espalda me ardiera, como si algo dentro de mi piel se moviera y retorciera. No le di demasiada importancia, siempre había sufrido de la espalda, ademas llevaba varios días casi sin pegar ojo y lo cierto es que el sillón donde dormía en el hospital no es que fuera la definición pura de comodidad. Pensé que cuando llegáramos a casa, cuando todo se “normalizara” ese dolor tan atípico cesaría, o al menos se normalizaría.
Habían pasado dos semanas desde que salimos del hospital. El dolor que de mi espalda no cesaba, de echo estaba empeorando. El ardor se había intensificado y notaba como algo dentro de mi se retorcía, pero no podía pararme en eso. Había alguien que me necesitaba, lo que me sucediera a mí sin darme cuenta había pasado a un plano secundario, incluso terciario, pues mi pareja también necesitaba mi atención y aunque no pudiera moverme les ayudaría aunque fuera arrastrándome. Ya había pasado un mes, todo se empezaba a normalizar, él estaba más tranquilo, parecía que ya se estaba adaptando a su vida y mi pareja estaba casi recuperada. Aunque mis dolores no cesaban, todo iba a peor. Una noche cuando íbamos a dormir mi pareja lanzó un pequeño grito, la miré asustado, pensé que le había pasado algo al pequeño, sin embargo cuando me giré su mirada horrorizada no estaba enfocada en él, si no en mí. No entendía nada, le pregunté que pasaba, con la voz casi rota me dijo “tu espalda”. Me fui corriendo al espejo. Lo que vi me heló hasta el alma. Mi piel se estaba desgarrando y varios hilos negros crecían de las oberturas expandiéndose por casi toda mi piel, me quedé en shock, no sabía que hacer. ¿Qué demonios me estaba sucediendo?
Sin perder un segundo corrimos hacia el hospital. Recuerdo que mientras íbamos en el taxi no podía dejar de mirar a mi pareja y al pequeño, todo el viaje me pasaba lo mismo por la cabeza. ¿No voy a verle crecer? ¿No tendrá ni un solo recuerdo de su padre? No puedo dejarla sola... No es justo.
Recuerdo que cuando llegamos el pequeño se despertó, me miró y de manera instantánea sonrió, fue su primera sonrisa, su primera sonrisa me la había dedicado a mi. Fue en ese momento en el que decidí que fuera lo que fuera lo que me pasara no podía morir, por él, tenía que cuidarle, enseñarle a vivir, al menos hasta que estuviera listo para volar por sí mismo. Pero... Cuando bajé del taxi un dolor indescriptible me recorrió todo el cuerpo. Caí al suelo, me dolía tanto que incluso era incapaz de gritar, mucha gente se acercó para socorrerme. Pero algo les impedía acercarse a mi, era como si una barrera invisible les impidiera entrar. Mi pareja intentó también entrar con todas sus fuerzas mientras sostenía a nuestro hijo en brazos. En ese momento el bebé se le escapó de los brazos, comenzó a flotar. Como si una fuerza invisible lo hubiera cogido en brazos y lo estuviera acercando a mi. A pesar del insoportable dolor vi como se colocaba frente a mi y sonreí al mirarle los ojos, el pequeño alzó su mano y me tocó la cara. En ese momento una potente luz blanca lo inundó todo. No sabía que estaba pasando pero todo desapareció, el ruido, la multitud, solo estábamos el y yo. En ese momento un sonido inundó el lugar. Mi piel comenzó a desgarrarse y de mi espalda brotaron dos majestuosas alas blancas, las cuales se parecían a las de un ángel, ahí fue cuando la vi, mi hijo no estaba flotando, una mujer lo sujetaba en brazos, o al menos parecía una mujer, no podía distinguirse mucho, pero si que recuerdo su larga melena plateada la cual brillaba con una increíble intensidad. Sin ni siquiera hablar se comunicó conmigo “¿Aceptas?” Lo entendí al instante, pero tenía mis condiciones, la extraña mujer las aceptó, pasó su mano por la espalda de mi pequeño y una diminuta ala blanca similar a las mías apareció en su espalda, haciendo así que una de las mías desapareciera. Al parecer... yo ya me había ido, antes de que él naciera, pero se me dio la oportunidad de al menos poder disfrutar un tiempo con ellos, aunque fuera una ilusión. Ahora este donde esté el podrá batir su ala, cuando lo haga la mía vibrará y podré ir a su encuentro, siempre que quieras y mantengas tu ala, yo cuidaré de ti, mi angel de un ala.
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