V

Dal apareció una vez más ante el hombre llama, el demacrado y cansado hombre se puso de pie y miro al hombre llama a los ojos.

–Bien si seguimos el mismo procedimiento, tengo derecho a dos preguntas –dijo Dal.

–Exacto, adelante, responderé a lo que sea que quieras saber –dijo el hombre llama con tono severo.

–¿Cómo he muerto? –preguntó como si pareciera que no quisiera saber la respuesta.

–Tras unos de tus muchos crímenes, en esta ocasión no pudiste escapar de los guardias, estos te apresaron y te llevaron a las mazmorras, tras pasar varios días en completo abandono, sin comida ni agua, tu cuerpo se apagó sin más –respondió.

–No es la muerte que yo quería, pero supongo que fue la que merecía, bien ¿Cuál es el objetivo por el que estoy aquí? –preguntó seguidamente.

–Al morir las almas de los mortales se dirigen al descanso eterno o al tormento, dependiendo de cuál haya sido su manera de vivir sus vidas, pero, en algunos casos, la dama negra piensa que no merecen estar en un lugar o en otro, ese es tu caso, la dama negra está poniendo a prueba tu alma para saber si realmente mereces el tormento o no.

–Es increíble que después de los actos tan horrendos que he cometido, crea que merezco un buen destino –dijo Dal cabizbajo.

–Ya he respondido a tus dos preguntas, debes seguir tu camino.

El hombre llama desapareció y Dal se quedó allí solo, en el oscuro páramo donde todo comenzó, le resultaba extraño que esta vez no se transportó a otro lugar. Al ver que nada sucedía comenzó a caminar en línea recta, o al menos lo intentaba, la oscuridad era tal allí que era casi imposible el saber en que dirección caminaba. Dal comenzaba a estar muy cansado y las imágenes de sus crímenes comenzaban a atormentarle la mente, hasta ahora estas imágenes no le habían rondado la mente, seguía caminando mientras la imagen de niños, hombre, mujeres incluso animales yacían sin vida frente a él mientras reía al ver sus actos.

–Por favor, parad… yo no soy así… no merezco la piedad de la dama negra –dijo Dal mientras se agarraba la cabeza debido a la tortura mental que estaba sufriendo.

Ante el apareció, por fin la mujer de la máscara, pero era algo extraña, no se movía, estaba de pie, inmóvil, sujetando su espada con la mano derecha. Dal se acercó a ella con cuidado, las horribles imágenes habían desaparecido de su mente, pero el cansancio físico y mental era tal que apenas podía caminar.

–¿Dama negra? ¿Ha terminado al fin? –preguntó con voz débil y temblorosa.

La dama negra no respondió siguió inmóvil, de pie, sin hacer nada, de repente con si mano izquierda agarró el cuello de Dal con gran fuerza, de los ojos de la máscara comenzó a brotar una gran cantidad de sangre. Dal no podía respirar debido a la gran presión sobre su cuello, Dal sentía como poco a poco iba perdiendo la consciencia.

–“Abre los ojos” –escuchó Dal en su mente.

Al abrirlos se encontró de pie ésta vez en un páramo lleno de luz, pero vacío, la dama negra había desaparecido, pero, frente a él se encontraba algo que no esperaba ver nunca, él mismo, con las manos manchadas en sangre y un cuchillo en la mano, con una siniestra sonrisa en el rostro.

–Tú… eres despreciable, tus actos no tienen perdón –dijo Dal a su otro yo.

Sin mediar palabra, éste otro Dal se lanzó hacía el cuchillo en mano, ambos forcejearon, así el “verdadero” Dal consiguió arrebatarle el cuchillo al otro y sin pensarlo se lo clavó con gran fuerza en el abdomen.

–Mereces morir… ojala hubieras muerto antes para evitar tantas muertes inocentes –dijo con lágrimas en los ojos.

El otro Dal se convirtió en polvo. Al volver en sí Dal observó de nuevo a la dama negra frente a él, con su espada clavada en el pecho de Dal.

–Eres libre mortal, vive tu descanso eterno en paz –dijo la dama negra mientras sacaba su espada del pecho de Dal.

–Gracias –dijo en un susurro mientras caía al suelo de espaldas.

Dal cayó al suelo, por primera vez tenía una sonrisa en su rostro, había superado todas las pruebas y había conseguido salvar su alma, ahora al fin podría tener el dulce descanso de la muerte.