–¿Cómo he superado la prueba? –preguntó al no comprender como había superado la prueba.
–Has huido, todo lo que has podido, sin ningún resultado, hasta que te has dado cuenta que era inútil –respondió la mujer.
–Como mis victimas –dijo con tono vacío.
La mujer desapareció entre las sobras, tras un grito desgarrador que procedía de la oscuridad del pasillo Dal apareció de nuevo ante el hombre llama.
–Bien, tienes derecho a otras dos preguntas –dijo el hombre llama con tono severo.
–¿Cómo llegué a este lugar? –preguntó ansioso por saber la respuesta.
–Al morir todas las almas que tienen la posibilidad de redimirse pasan por aquí –respondió.
–¡¿Cómo?! –¿Estoy muerto? –Preguntó angustiado.
–Suponía que a estas alturas ya lo sabías, pero sí, estas muerto, al menos tu cuerpo –respondió.
–Bien ya he hecho mis dos preguntas, ahora toca mi tercera prueba –dijo por primera vez con seguridad en su tono.
–Exacto, adelante.
Todo comenzó a temblar, o eso pensaba Dal, pues al fijarse bien se percató de lo único que temblaba en el lugar era el mismo, una enorme sombra negra se abalanzó hacia el hasta tragárselo por completo.
Al abrir de nuevo los ojos vio que se encontraba en un bonito páramo verde, lleno de vegetación, el aire era puro y el cantar de los pájaros le llenaba de paz y calma el alma, por primera vez en mucho tiempo. Dal comenzó a caminar por el bonito páramo vio algo que captó su atención, un perrito pequeño, herido se encontraba soltando murmullos de dolor tirado en el suelo.
–Dioses, pobrecito ¿Qué te ha pasado pequeño? –preguntó mientras se agachaba para acariciar al pobre animal.
El perro reaccionó de manera cariñosa ante las caricias de Dal, el hombre se percató de que el perro tenía un pequeño arañazo en su pata trasera izquierda, Dal sin pensárselo comenzó a buscar una planta, la cual su sabía servía para calmar el dolor y desinfectar heridas, no tardó mucho en encontrarlas parecía que estaban ahí listas para que el las encontrara. Dal arrancó una de las mangas de su desgastada camisa, puso las plantas machacadas en ella y envolvió la pata del perro.
–Así deberías estar mejor pequeño –dijo con una sonrisa en la cara.
El perro pudo ponerse en pie, y con gran alegría comenzó a ladrar y a lamer la cara de Dal como gesto de gratitud, Dal, con una gran sonrisa en la cara comenzó a acariciar al perro, lo cogió en brazos y comenzó a caminar junto a su nuevo compañero.
Dal llevaba lo que parecían horas caminando por el páramo junto a su nuevo amigo, no entendía cuál era su prueba, pensaba que sería salvar al perro, pero ya hacía mucho tiempo y la mujer de la máscara aún no había dado señales de vida.
Aunque estaba en un lugar precioso acompañado de su nuevo amigo no estaba tranquilo del todo, en el fondo sabía que algo no iba bien. Dal centró su vista en el horizonte y se percató de que algo se estaba acercando a él, parecía la silueta de una persona, Dal abrazó con fuerza al perrito el cual parecía estar muy asustado mientras veía la sombra que se acercaba a ellos, el hombre se postró su mirada en el perrito y le sonrió para intentar tranquilizarlo, cuando volvió la vista a la silueta su rostro se inundó de pánico, pues la sombra que se acercaba ya no estaba, sin previo aviso el perro comenzó a ladras, Dal se giró y frente a él se encontró una enorme sombra negra, parecida a la de una persona, sin rostro ni, brazos ni ningún otro rasgo humano más allá de la propia silueta, la oscura masa golpeó con fuerza a Dal haciéndolo caer al suelo y viéndose obligado a soltar al perro, la sombra se acercaba amenazante al animal indefenso.
–¡Aléjate de él bestia! –gritó Dal mientras se incorporaba.
De nada sirvió intentar atacar pues Dal se quedó completamente paralizado, como si una enorme fuerza hiciera presión en su cuerpo evitando que se pueda mover, Dal miraba impotente como la sombra se acercaba al perro, el hombre solo alcanzaba a gritar de desesperación mientras las lágrimas bañaban su rostro.
–Por favor, déjalo, el no a hecho nada no se merece esto… –dijo Dal entre lágrimas con la voz rota.
A pesar de sus suplicas la sombra agarró al perro y lo devoró hasta desaparecer, Dal con las pocas fuerzas que le quedaban soltó un último grito antes de caer al suelo, inconsciente.
–Por favor decidme que ya todo ha terminado –dijo Dal en voz alta sin abrir los ojos.
–No, pero has superado tu tercera prueba –dijo una voz de mujer –has sentido lo que es ver a un ser querido morir ante tus ojos impotentes sin merecerlo, como muchas de tus victimas –concluyó.
–Sois unos monstruos, hacerle eso a un pobre perro –dijo Dal con furia.
–Tus actos te han traído aquí, no nosotros, prepárate, pues tu próxima prueba está a punto de comenzar –dijo la mujer.
IV
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