III

– ¿Qué hago otra vez aquí? –Preguntó al verse de nuevo ante el hombre llama.

– Has sentido el sufrimiento y la agonía que se siente al saber que vas a morir sin motivo, al igual que tus víctimas. Has superado la prueba. –Dijo el hombre llama con tono serio.

– Entonces. ¿Vas a decirme quién soy? – Preguntó.

–Como te dije poco a poco iras sabiendo, has superado tu primera prueba, te responderé a dos preguntas, elige sabiamente. –Dijo el hombre llama mientras se acercaba a él.

– ¿Quién soy? – Dijo entre lágrimas.

– Tu nombre es Dal, perteneces a un linaje pobre, tu padre asesinó a tu madre cuando tu tenías tres años, después te abandonó, te criaste en la calle, robando por sobrevivir, pero en cierto momento un mercader al que le robaste un trozo de pan te persiguió, al verte acorralado comenzaste a golpearlo hasta la muerte, al parecer te gustó esa sensación y ya no solo robabas también asesinabas. –Le dijo el hombre llama.

– No recuerdo nada de eso. –¿De verdad es cierto? –Preguntó angustiado.

–Todo lo que te he dicho es cierto. –Respondió el hombre llama de forma inmediata.

– ¿Cómo llegué aquí? –Preguntó ya sin lágrimas en los ojos.

– Ya has formulado tus dos preguntas, llegó el momento de tu segunda prueba. –Dijo el hombre llama mientras se alejaba de él.

–¿¡Como?! –Gritó. –No puedes dejarme así. –Dijo mientras comenzó a correr hacía el hombre llama.

De repente una fuerte luz le cegó al abrir los ojos este miró a su alrededor, parecía estar en una especie de catedral, ya que al fondo se apreciaba el altar con la imagen de un dios que no conseguía reconocer, todo estaba oscuro y en estado de ruinas.

Cerca del altar comenzó a aparecer una masa negra consistente y espesa, esta se hacía cada vez más grande, Dal solo podía mirar impotente lo que estaba ocurriendo puesto que no entendía nada.

A la oscura masa negra comenzaron a salirle plumas, estas parecían ser plumas de cuervo, a lo que inmediata mente comprendió que estaba sucediendo.

–Otra vez no. –Dijo con tono ahogado.

La masa se disolvió en cientos de cuervos, estos volaban sin control por todo el salón, volvieron a reagruparse en el altar y entre todos los cuervos apareció la mujer de negro con la máscara blanca. Esta se quedó de pie inmóvil, aunque no se le veían los ojos, Dal notaba como su mirada se le clavaba en el alma.

–¿Vienes a decirme en qué consiste mi segunda prueba? – Preguntó con voz temblorosa.

La mujer no respondió, solo levantó su brazo derecho y señaló detrás de él. Dal miró hacia atrás y vio como la puerta del salón comenzó a abrirse, cuando volvió la mirada hacia el altar, la mujer de la máscara había desaparecido, inmediatamente entendió que debía salir por la puerta.

Caminó hacia la puerta despacio, las piernas le temblaban y el solo hecho de que solo podía escucharse su respiración entrecortada y sus pasos aumentaban su angustia. Al llegar a la puerta este la atravesó sin pensárselo demasiado. Al cruzar solo vio un pasillo tanto a la izquierda como a la derecha el pasillo se perdía en la oscuridad sin poder ver el final de este.

Mientras pensaba que dirección tomar comenzó a escucharse un murmullo, a la vez que parecía haber algo caminando por la pared, de repente a su derecha a escasos cuatro metros apareció un ser monstruoso, ese ser era de dimensiones inhumanos, puesto que el pasillo era muy ancho y este apenas cabía, su altura rondaría los 12 metros de altura, este ser tenía el cuerpo de una araña pero tanto sus seis patas como todo su cuerpo estaban plagadas de rostros, rostros de sufrimiento con los ojos de color amarillo, Dal se quedó paralizado del terror. Tras un minuto de silencio, los cientos de rostros postraron su mirada en dan y estos soltaron a la vez un grito desgarrador que inundó todo el pasillo, tras esto el horrible ser se lanzó a por Dal, este comenzó a correr desesperado mientras el ser le perseguía con claras intenciones de acabar con él. Por mucho que corriera no conseguía ver el final del pasillo, Dal estaba cada vez más cansado de correr, por mucho que corriera la bestia no dejaba de perseguirlo y el pasillo no parecía tener fin, tras muchos minutos corriendo sin parar las fuerzas abandonaron a Dal y este se desplomó en el suelo agotado, mientras veía como la bestia de acercaba a él, sabía que su vida llegaba a su fin, Dal cerró los ojos cuando la bestia se encontraba a apenas dos metros de él, escuchó un fuerte grito de desesperación y después todo quedó en silencio.

–¿Se acabó? ¿He muerto al fin? –Preguntó mientras abría los ojos.

Al abrirlos allí vio a la mujer de la máscara sentada junto a él.

– No estás muerto. –Dijo la mujer. – Tu segunda prueba a acabado, pero la tercera acaba de comenzar.