II

– ¿Alto quien va? –Dijo uno de los guardias de la puerta. El no sabía que decir, no sabía dónde estaba, y tampoco tenía claro quién era, no sabía que responder a los guardias.

– ¿Quién eres? Responde ya –dijo el guardia enfadado.

–So...soy...no sé quién soy –fue lo único que consiguió decir.

– ¿No sabes quién eres? Pues no les está permitido entrar a los que no saben quiénes son, vamos lárgate de aquí –dijo el guardia.

El no dijo nada más, se dio media vuelta y se alejó de las murallas de la ciudad. Cuando este se encontraba a cierta distancia, él se giró y no vio la ciudad, era como si nunca hubiera existido. Ahora se encontraba en un bosque totalmente seco. Su mente se llenó de confusión, no entendía nada, una enorme horda de cuervos aparecieron del bosque, estos se dirigieron hacía él con gran velocidad, éste se quedó paralizado, el miedo invadía su mente y le impedía moverse por mucho que quisiera hacerlo, las feroces aves comenzaron a pasar por su lado, varias de ellas le arañaron por cara y cuerpo, todos los cuervos pasaron de largo, él se giró para ver a donde se dirigían las agresivas aves, sorprendido vio que estos se quedaron quietos suspendidos en el aire mirándole.

–Matadme, herirme hacer lo que queráis hacer, pero hacerlo ya  –dijo él. Los cuervos comenzaron a juntarse y a descender éstos comenzaron a fusionarse creando un solo cuerpo, un cuerpo humano... su vestimenta de cuero negro era oscuro como la noche, con sus blancos guantes ésta sostenía una espada ancha de doble filo, su rostro se encontraba oculto por una máscara blanca sin ningún rostro plasmado en ella, todo comenzó a llenarse de hielo, y el cielo se volvió negro, su aliento se congelaba al salir de su boca debido al frio que había comenzado a invadir el ambiente.

– ¿Quién eres?  –preguntó con tono tembloroso.

 –Eso no te importa mortal –dijo el oscuro ser con voz de mujer  –esta es tu primera prueba para salvar tu alma.

– ¿Pero cómo voy a hacerla si no sé de qué se trata? –Preguntó.

–Tú le has quitado la vida a cientos de personas. Ahora te toca salvarlas –dijo la extraña mujer.

– ¿Salvar vidas?

–Mira detrás de ti. –Dijo la mujer. Él se giró y vio de nuevo la ciudad de antes, pero esta vez en llamas, con sonidos de batalla en su interior.

–La ciudad está siendo atacada por demonios, el general de estos se llama Utshif, le reconocerás nada más verlo, salva la ciudad, es así de sencillo –Explicó.

– ¿Cómo la salvo? –Preguntó.

–Eso es asunto tuyo salva a los habitantes de la ciudad y habrás superado la prueba. Tras esas palabras la mujer volvió a convertirse en cientos de cuervos y desapareció.

¿Cómo salvar la ciudad? Esa era la pregunta que ahora gobernaba en su mente, no era un guerrero, no era experto en la lucha y nunca se había enfrentado a un demonio, llamas comenzaron a agruparse justo delante de él. Las llamas formaron al hombre llama.

–La negra dama no esperará eternamente –dijo el hombre.

–Pero... ¿Cómo puedo salvar la ciudad? –Preguntó.

–Un barco no puede navegar sin su capitán –dijo el hombre llama.

–Eso quiere decir...Utshif –dijo para sí mismo pero en voz alta.

El hombre llama desapareció sin decir palabra, el en el fondo sabía que para salvar la ciudad y por siguiente superar la prueba tenía que eliminar a Utshif. Corrió sin pensar en dirección a la ciudad, no llevaba armas ni armadura, pero, bueno tampoco tenía nada que perder. El entró en la ciudad nada más hacerlo vio toda la ciudad ardiendo, los guerreros luchaban contra unos seres de complexión musculosa, con piel marrón, ojos entre negros y rojos con grandes colmillos, algunos de estos seres poseían alas con forma de garras.

No sabía qué hacer, estaba allí parado sin poder moverse, un pensamiento pasó por su mente, si quería tener alguna posibilidad contra el demonio, al menos debía tener un arma y eso hizo, agarró la espada de un guerrero que yacía en el suelo muerto, al coger la espada, esta se transformó en una víbora de color negro, rápidamente la soltó la confusión invadía su mente, intentó coger otra espada con el mismo resultado.

–¿Qué está ocurriendo? –Se preguntó. –¿Por qué las espadas se transforman en reptiles. Se quedó quieto confuso en mitad de aquella carnicería.

–Voy a probar algo –dijo para sí mismo.

El corrió, este se acercó por detrás de uno de los demonios que allí había, por una vez su habilidad de ladrón le serviría para algo útil, con gran precaución cuando este se encontraba a una distancia prudente, consiguió arrebatarle la espada de las manos al demonio, la bestia se giró furioso, en un auto reflejo el lanzó un golpe con la espada, este cortó horizontalmente el cuello del demonio, la sangre brotaba con gran abundancia, el oscuro ser murió, éste se convirtió en polvo nada más tocar el suelo.

–Esta espada no se ha vuelto un reptil... Entiendo, es una prueba para que mis crímenes queden perdonados, si quería una espada debía ganármela no cogerla de un soldado muerto –dijo con una pequeña sonrisa en su rostro.

Ya tenía una espada en su poder, ahora debía buscar a Utshif, el primer lugar que se le vino a la mente fue el castillo de la ciudad, sin perder un instante comenzó a correr, por su experiencia como criminal, él era muy rápido y ágil capaz de cruzar toda la ciudad sin ser visto, incluso en mitad de una batalla, sin que nadie se percatara de nada, entró en el castillo.

Los pasillos del castillo eran muy oscuros, de nuevo su mente se llenó de confusión, no entendía por qué siendo de día, por las ventanas del castillo no entraba ni un solo rayo de luz, no podía ver nada, él se quedó quieto, sin moverse...nunca le había pasado, sintió terror, comenzó a agobiarse, a sudar, a respirar muy rápido, el pánico y el miedo se apoderaban de él.

–“Sientes ese miedo” –dijo una voz femenina incorpórea –“sientes como el desespero invade tu alma y destruye tu mente...eso es lo que mucha gente siente por tu culpa...la oscuridad eterna, el sufrimiento, la agonía de que su último recuerdo con vida sea el de un bastardo armado los matara sin piedad ni razón. Respóndeme a una pregunta. ¿Por qué los matabas? ¿Tan cobarde eres que no eres capaz de enfrentarte a alguien de tu talla? Eres patético, ahora te enfrentaras a tu destino” –dijo esa voz femenina.

Todo se iluminó, el apareció en una gran sala, vacía, sin nada en su interior salvo una cosa, un demonio de gran tamaño unos dos metros y medio, muy corpulento, con grandes alas en forma de garra, armado con una gran espada, con apenas armadura, de piel grisácea. Utshif.

El enorme demonio se lanzó a por el sin pensarlo, en el último momento él reaccionó y esquivó el golpe, sabía que no tenía nada que hacer contra ese enemigo, todo lo que hiciera sería inútil, decidió rendirse, soltó su espada y pidió al demonio que acabara con él. Utshif lanzó su espada a la altura del cuello, cuando la espada impactó él abrió los ojos y apareció en un páramo totalmente negro, con una lagrima saliendo de sus ojos, observó a su alrededor. Una leve luz iluminó lo que parecía ser una persona arrodillada, él se acercó a ella, la silueta iba vestida igual que la mujer cuervo que le habló en la entrada de la ciudad, ésta se tapaba la cara con las mano, así levantó su mirada, por los ojos de su máscara caían lágrimas de sangre, ésta soltó un grito monstruoso, el comenzó a correr por el miedo, por mucho que corría sentía como esa mujer cada vez estaba más cerca de él, notó una mano en su espalda al sentir eso se quedó inconsciente.

–No veo nada... ¿Estoy muerto? –Preguntó el.

–No, no lo estas, aun te queda mucho por delante –dijo la voz del hombre llama.