EN LA OSCURIDAD

A las afueras de la ciudad había una entrada a lo que parecía un túnel, su interior daba acceso a una enorme red de túneles que se expandían por el subsuelo de casi toda la ciudad. En uno de los pasadizos más profundos se encontraba Rick, solo en la oscuridad, mirando la nada. En su mente aun veía el rostro de Alice mientras toda su sangre entraba en su interior. Las lágrimas caían de sus ojos pero en su rostro no podía verse expresión alguna. Todo estaba siniestramente silencioso, solo podía escucharse el sonido de las gotas de agua que se filtraban por las grietas cayendo al suelo. El silencio fue roto por el sonido de pasos y de algo metálico chocando contra el suelo. La absoluta oscuridad se rompió con la luz de una fuerte linterna, la cual apuntaba de lleno a Rick.

-¿Otra vez lamentándote? -preguntó el hombre que sujetaba la linterna.

-Estoy cansado de esto -dijo Rick inexpresivo.

-No me importa que estés cansado, tienes una misión, una razón por la que vives, así que no pierdas más el tiempo -dijo el hombre con la linterna.

-Hace doscientos años que me convertiste en esto, hace doscientos años que me obligaste a matar a mi amada, hace doscientos años que no vivo, así que no vuelvas a decir que tengo una razón para vivir -dijo entre lágrimas pero inexpresivo.

-De todos mis siervos tu eres el único que me está dando problemas -dijo algo enfadado el hombre de la linterna.

-Eso es lo que somos para ti, simples siervos -dijo rick.

-Exacto, yo os dí la vida eterna, yo os di vuestros poderes, por lo que tenéis que cumplir mi voluntad, decidí que mantuvieras parte de tu voluntad y me estoy arrepintiendo de mi decisión, no hagas que arregle ese pequeño error -amenazó el hombre de la linterna.

-Solo eres un plebeyo que va de dios, no eres más que un bastardo que necesita maldecir a la gente para que estos realicen sus atrocidades porque no puede realizarlas el mismo -dijo Rick.

-Bien, veamos si hay algo de verdad en esas palabras -dijo el hombre de la linterna.

En ese momento los ojos de la serpiente tallada en la cabeza del bastón del hombre de la linterna comenzaron a iluminarse. Por primera vez desde que comenzó la conversación Rick hizo una expresión, una expresión de terror absoluto. El hombre comenzó a gritar de dolor mientras su rostro comenzaba a agrietarse, Rick se arrancó la piel de la cara con sus manos dejando su rostro completamente vacío.

En otro lugar de aquellos interminables túneles había una pareja de vagabundos, los dos hombres estaban tumbados en un colchón sucio, intentaban dormir como podían pues la humedad y el frío en aquel lugar era casi insoportable. Uno de los hombres se despertó, miró a su alrededor y se levantó. El vagabundo se acercó a una pequeña hoguera que había a unos pocos metros, se acercó a ella y se agachó a su lado para calentarse un poco pues el hombre tenía bastante frío. Tras unos minutos de completo silencio el hombre se sobresaltó por el sonido de algo que se arrastraba en la oscuridad de los túneles. Al forzar la vista el hombre vio que una silueta se alzaba de entre la penumbra.

-¡Eh! ¿Eres nuevo por aquí? -preguntó el hombre sin obtener respuesta -No te quedes ahí, estos túneles son como un laberinto, no serías el primero que muere perdido aquí dentro, ven a calentarte, no es mucho pero tengo algo de pan -dijo el hombre con tono amable.

La persona que había en las sombras comenzaba a acercarse de manera algo errática, como si caminara sin querer hacerlo, mientras parecía balbucear algo susurrando.

-Vamos no tengas miedo hombre, aquí todos somos iguales, no te preocupes -dijo el vagabundo con una sonrisa en la cara.

Su expresión alegre se tornó de miedo cuando vio que el hombre que había en las sombras no poseía rostro, el vagabundo se puso en pie e intentó despertar a su amigo el cual aún dormía, pero no pudo, no sabía si era el miedo o que era pero no podía gesticular palabra alguna. Sin poder evitarlo, el ser sin rostro se lanzó a por el pobre hombre. La criatura comenzó a drenar toda la sangre del pobre desgraciado mientras su rostro comenzaba a tornarse delgado y pálido. En ese momento el otro vagabundo se despertó y vio la horrible escena. La criatura lo miró y con paso lento se acercó a él. El vagabundo por mucho que lo intentaba no podía huir, solo podía ver como esa cosa se acercaba a él con paso lento y con la respiración rota. Cuando lo tenía encima sufrió el mismo destino que su amigo.

-Sea un plebeyo o un dios, hay algo que está claro. Soy tu dueño, soy tu amo. No lo olvides nunca, Rick -dijo el hombre del bastón que desapareció en la oscuridad mientras se colocaba su sombrero de copa.

Rick recuperó su rostro y se quedó allí, mirando hacia la nada, sin expresión alguna mientras las lágrimas emergían de sus ojos.