CAPÍTULO VI

LA FRONTERA DE ELAMOR

El grupo se encontraba en una pequeña colina con el sol del amanecer acariciándoles. La seca tierra era adornada con la ciudad de Tiralon, la ciudad fronteriza, la última línea de las tierras de Elamor, más allá se encontraban las tierras olvidadas.

-Es increíble que estemos en Tiralon, nos hemos ahorrado al menos dos días de viaje –dijo Masalot.

-¿Qué hacemos jefe? –preguntó Abigail.

-Nos vendría bien descansar, vayamos a la ciudad, hemos ahorrado mucho tiempo en el nexo, pasemos el día en la ciudad, recarguemos fuerzas –respondió.

-Bien, pues vayamos a la ciudad –añadió Astor.

El grupo comenzó a caminar hacia la ciudad. El sol había salido por completo y comenzaba a notarse, el calor hacía difícil el respirar, era una tierra seca y hostil. Vils permanecía atrás del grupo, algo rezagado y solo, Eternia lo vio y se colocó a su lado.

-¿Qué te preocupa pequeño? –preguntó con voz dulce.

-Nada, es solo que… ¿Por qué el duque querría deshacerse de nosotros? –preguntó confuso.

-Nadie sabe lo que pasa por la mente de las personas –comentó.

-Sí, eso lo sé… No puedo seguir con vosotros –dijo parándose en seco.

-¿Cómo? –preguntó Eternia mientras el resto del grupo se giraba.

-¿Ocurre algo? –preguntó Tayson.

-Debo volver a Elamor, seguro que hay una explicación lógica para todo esto –dijo el pistolero.

-Claro que la hay, que tu querido duque nos quería muertos –expresó el grandullón.

-Masalot, mejor cállate –añadió Abigail.

-¡Eso no es cierto! –gritó Vils algo irritado.

-¿No es cierto o no quieres que lo sea? –preguntó Astor.

-Yo… -dijo sin poder terminar la frase.

-Escúchame Vils, si vas a Elamor no solo te matarán, si no que perderemos ventaja, el duque piensa que hemos muerto en el portal, es mejor que siga pensando eso mientras vamos al encuentro de la sombra –explicó Tayson.

-La sombra es un vil asesino, el duque le quiere muerto, al igual que yo, soy el pistolero arcano más poderoso de la orden, debo mi vida a Elamor –dijo el pistolero.

-Cierto, debes tu vida a Elamor no a Amil, créeme cuando te digo que si regresas a Elamor te matarán, quizás la sombra no es el villano de esta historia –dijo Tayson.

-¡Me importa una mierda que no sea el villano, el la mató, pagará por ello con su sangre! –gritó muy enfadado.

-¿De quién hablas? –preguntó Eternia.

-El mató a mi hermana… Anaya, él le arrebató la vida –dijo rompiendo en llanto.

-¿La chica del látigo era tu hermana? –preguntó Abigail.

-Ella lo era todo, sin ella no soy nada… No tengo nada sin ella –dijo mientras se arrodillaba en el suelo incapaz de frenar el llanto.

-Escúchame, pagará por ello, te lo prometo, pero si vas a Elamor morirás para nada, busquemos a la sombra reunámonos con él, te prometo que después todos te acompañaremos a Elamor y pediremos explicaciones al duque –dijo Tayson colocando su mano sobre el hombro del joven.

-Si nos reunimos con la sombra será para que yo la destripe con mi espada –dijo Vils.

-Bien, pues que así sea, pero creo conocer la identidad del enemigo y también creo que lo mejor sería acudir a su cita –dijo Tayson.

-¿Conoces a ese cerdo? –preguntó Vils.

-Bueno, es una suposición, el duque dijo que el único mago que sobrevivió al portal se llamaba Oscelot, le conocí, fuimos compañeros cuando yo pertenecía a la orden, lo cierto es que era un mago excepcional –explicó Tayson.

-¿Crees que tu antiguo compañero es el hombre que nos ha citado? –preguntó Astor.

-En realidad tiene sentido, ese tío llamó al jefe por su nombre, estaba claro que le conocía, muchos conocen al cañón negro pero pocos conocen nuestros nombres de pila –explicó Abigail.

-Si Oscelot está detrás de esto creo que algo pasó en el portal, lo cual le hizo replantearse su juramento a la orden –comentó Tayson.

-¿Pero porque atacar ahora? Según el duque hace años de eso. Si ya tenía el poder necesario ¿Por qué no acabar con la orden entonces? –preguntó Masalot.

-No lo sé, pero ha decidido frenar su ataque durante una semana para citarnos, está claro que si se trata de Oscelot querrá explicarnos el porqué de sus actos –indicó el líder.

-Me dan igual sus motivos, pienso acabar con él –interrumpió Vils.

-Y yo no me pienso interponer, pero si de verdad quieres proteger a la gente de Elamor y honrar a tu hermana, ven con nosotros, no desperdicies tu vida dejando que te maten –insistió Tayson.

-Está bien, iré con vosotros –respondió.

-¡Así me gusta, vamos allá! –gritó Masalot sonriendo.

El grupo reanudó su marcha y se dirigió a la ciudad de Tiralon. Las abrasadoras tierras yacían secas, sin apenas vegetación, la marrón tierra era la única decoración del lugar, era entendible debido a las grandes temperaturas que allí reinaban. Al fin tras una hora que pareció interminable el grupo llegó a la entrada de la ciudad. Nada más llegar vieron como apenas se encontraba habitada, la mayoría de edificaciones yacían deterioradas por el claro abandono. Apenas una decena de personas caminaban por sus solitarias calles, a pesar de su gran expansión la gran ciudad parecía prácticamente abandonada.

-¿Qué demonios ha pasado aquí? –preguntó Abigail.

-No lo sé, pero es extraño, Tiralon siempre ha sido una ciudad alegre y concurrida –respondió Tayson.

-Preguntemos a algún lugareño –sugirió Astor.

-Disculpe buen señor ¿Dónde está todo el mundo? –preguntó Eternia a un anciano que pasaba cerca.

-Vaya, forasteros, hacía meses que no venía ninguno –dijo el anciano con una tímida sonrisa.

-¿Qué ha ocurrido señor? Esta ciudad siempre ha sido muy alegre y viva –preguntó intrigado Astor.

-La pena se ha llevado a casi todos los habitantes –respondió.

-¿La pena? ¿Qué es eso? –preguntó Tayson.

-Debéis de venir de muy lejos si no os habéis enterado, hace meses una enfermedad azota la ciudad, los afectados son invadidos por una enorme tristeza, no comen, no beben, no duermen, hasta que finalmente fallecen –explicó.

-Ahora entiendo el nombre –comentó Vils.

-¿Cómo surgió la pena? –indagó Eternia.

-Yo no soy quizás el más indicado para eso, solo he venido a ayudar a mi hijo a llevarse sus cosas, ha decidido abandonar la ciudad debido a esta plaga, creo que el sheriff es la persona ideal –sugirió el anciano.

-Bien, muchas gracias buen hombre, cuídese –dijo Tayson sonriendo.

-Gracias joven, id con cuidado –se despidió el anciano mientras se alejaba.

-Vamos a ir a hablar con el sheriff ¿Verdad? –preguntó Masalot.

-¿Tu qué crees? Preguntó Tayson sonriendo.

-Creo que puedo olvidarme de tomarme una cerveza –respondió sonriendo.

El grupo comenzó a reír e iniciaron la marcha a la oficina del Sheriff para indagar más en la extraña enfermedad que estaba azotando la ciudad conocida como la pena. El grupo caminaba por las desoladas calles de la ciudad, lo que antaño era una ciudad llena de vida y alegría se había convertido en una tierra seca y desolada. Los pocos habitantes con los que se cruzaban parecían estar en otro mundo, desorientados y perdidos, parecía que habían perdido toda humanidad. Tras cruzar gran parte de la ciudad llegaron a un pequeño edificio construido con madera casi podrida, las dos ventanas de la fachada se encontraban tapiadas con tablones, arriba de la puerta podía verse un cartel casi borrado con la palabra “Sheriff”.

-Parece abandonada –dijo Astor.

-Sí, ha vivido momentos mejores –expresó Eternia.

Tayson se acercó a la puerta y llamó, aunque no recibió respuesta alguna del interior, el pistolero siguió insistiendo aunque con el mismo resultado. Tayson miró al resto del grupo y propinó una fuerte patada a la puerta tirándola al suelo. Todos entraron y vieron que el lugar se encontraba lleno de polvo y mugre, parecía estar abandonado desde hacía meses. Frente a ellos se encontraba la silla del sheriff, la cual estaba girada, Tayson se acercó, la giró y vieron un cadáver en avanzado estado de putrefacción.

-Ahora entiendo el horrendo olor –dijo Abigail llegando sus manos a su boca y nariz.

-¿Es el sheriff? –preguntó Vils.

-No lo creo, no lleva su uniforme, ni la placa –respondió Tayson mientras inspeccionaba el cuerpo.

-¿Qué hacéis con Matt? –gritó un hombre que apareció por una de las puertas cercanas.

El grupo se puso en alerta ante la repentina aparición del hombre, vieron que se trataba de un hombre de mediana edad, con un largo bigote de color blanco, con una enorme barriga, lo que destacaron fue que en sus ropajes sucios y desgastados estaba plasmada la placa del sheriff. El hombre apartó de un empujón a Tayson y se acercó al cadáver.

-Matt ¿ Estás bien? –preguntó el hombre al cadáver.

-Disculpe ¿Es usted el sheriff de la ciudad? –preguntó Tayson.

-Ya no hay sheriff… Ni ciudad, todo ha terminado –respondió con la mirada perdida.

-Verá nos gustaría saber cómo surgió la pena –indagó Tayson.

-La pena… ella atacó a Matt, fue el primero en sufrirla… Pero él está bien ¿Verdad Matt? –dijo mientras acariciaba el cadáver.

-Este tío está loco, no sacaremos nada de él –dijo Abigail.

-Dejadme probar a mí –dijo Eternia mientras se acercaba al hombre.

-Dime cariño ¿Cómo surgió esta enfermedad? –preguntó la mujer acercándose al hombre.

-Yo… Matt te traigo algo de comer –dijo como si no notara la presencia de Eternia.

-¡Mírame! –gritó Eternia mientras cogía del brazo al hombre y sus ojos se iluminaban con una extraña luz morada.

-¡Matt! –gritó asustado.

-Déjale, él está bien, vamos dime como se originó la pena –ordenó la mujer con una distorsionada voz.

-¡En las montañas calladas, una piedra preciosa! –gritó desesperado.

-Bien, gracias cielo –dijo mientras volvía a la normalidad y soltaba al hombre.

-Ya tenemos lo que queríamos, las montañas calladas están cerca, en marcha –dijo Tayson.

-Pero esto no es prioridad, tenemos un objetivo más importante –dijo Vils.

-Esta ciudad nos ha dado cobijo a mí y a los míos en incontables ocasiones, sus gentes siempre supieron ver más allá de nuestra faceta de forajidos, no pienso abandonarles y tú como miembro de elite de la orden deberías ofrecer tu ayuda sin cuestionarte nada –explicó el forajido.

-Yo… Lo siento, tienes razón –se disculpó el pistolero.

-Tranquilo, es normal que estés así, pero esta ciudad y sus gentes significan mucho para nosotros, vamos no nos llevará demasiado tiempo –dijo Abigail sonriendo.

Vils sonrió a la chica, así todos salieron de la oficina rumbo a las montañas calladas en busca del origen de la enfermedad que azota a la ciudad.

Lejos de allí, en la ciudad de Elamor, el duque Amil se encontraba en una pequeña habitación, sentado en un silla frente a una mesa repleta de documentos. En ese momento alguien llamó a la puerta.

-Adelante –dijo sin apartar la vista de los documentos.

La puerta se abrió y Eliriot entró en la habitación, el pistolero cerró la puerta y se acercó al duque. Eliriot comenzó a ojear los documentos y vio algo que le llamó especialmente la atención.

-Manipular el portal a voluntad –leyó -¿Qué es esto señor? –preguntó seguidamente.

-Estos son los documentos del anterior ducado sobre su investigación del portal, según se descubrió, cuando la primera expedición volvió del portal, lo que sea que hubiera ahí dentro creó una defensa para que nadie más pudiera entrar, cambiando el camino, dirigiendo a todos los que entraran al nexo –explicó.

-Ahora entiendo porque les dejó entrar en él –dijo sonriendo.

-Si la sombra se trata de Oscelot es mejor librarnos de posibles aliados para él, cuando decida atacar en una semana tendré la fuerza necesaria para hacerle frente –expresó Amil.

-¿Podrá llevarlo a cabo en una semana? –preguntó el pistolero.

-Creo que sí, acabaremos con Oscelot y seremos los dueños del mundo, todo el que se oponga a la Bala zafiro caerá o se someterá, nadie podrá detenernos –dijo con una extraña sonrisa en el rostro.

Al oeste de la ciudad de Tiralon, el grupo se encaminaba hacia las montañas calladas, donde según el sheriff de la ciudad la enfermedad que les azota conocida como la pena se originó allí. La ciudad yacía lejos de su vista, ante ellos una enorme formación de montañas tan altas que era imposible ver su cima pues se perdían entre las nubes. La vegetación allí era algo más abundante pues los verdes árboles se expandían por doquier, era como si fuera un mundo completamente distinto.

-Es increíble la vegetación de este lugar –señaló Vils.

-Sí, estas montañas son conocidas por ello, son un oasis en medio del desierto –dijo Tayson.

-¿Y por qué se les llama montañas calladas? –preguntó intrigado el pistolero.

-A pesar de la gran vegetación y la abundancia de agua en este lugar solo habitan árboles, no hay ningún animal en ellas –explicó Eternia.

-Claro y los árboles no hablan –dijo Vils.

-Exacto –dijo sonriendo la mujer.

-El sheriff dijo algo de una piedra preciosa ¿Cómo vamos a encontrar algo así en un bosque como este? –preguntó Masalot.

-Algo me dice que hay magia en todo esto, si estoy en lo cierto no nos será difícil detectar esa energía –aclaró Tayson.

El grupo se puso en marcha y penetraron en las montañas. Aquel lugar era inmenso, miles y miles de kilómetros que se expandían más allá del territorio de Elamor, todos sabían que era como buscar una aguja en un pajar y además realmente no sabían que debían buscar. Todos caminaban por la frondosa vegetación, sus ojos no podían ver nada que no fueran árboles. Tras varias horas caminando sin seguir ningún sendero específico Astor notó algo.

-Esperad –dijo Astor.

-¿Qué ocurre? –preguntó Abigail.

-Algo se escucha desde el oeste –respondió.

-Muy bien genio ¿Y dónde coño está el oeste? –preguntó irónico Masalot.

-Por allí –señaló.

-¿Pero qué has escuchado Astor? –preguntó Vils.

-Era como un lamento, el cual se convirtió en un gruñido, para después callar –explicó.

-Vale, es nuestra única pista, te seguimos Astor –concluyó Tayson.

Astor encabezaba la marcha mientras el resto del grupo le seguía. Tras atravesar lo que había parecido toda la montaña el grupo se encontró ante la entrada de una cueva.

-Es aquí –dijo Astor.

-Una siniestra aura emerge de su interior –señaló Eternia.

-Creo que todos lo hemos notado –añadió Tayson.

Todos sentían escalofríos, su piel se erizaba y el aire que emergía del interior de la cueva era pesado y frio, algo muy poderoso se escondía en las profundidades. Todos abrieron el portal y sacaron sus armas, así, entraron en la cueva. Conforme penetraban más en la cueva la luz desaparecía, fue entonces cuando Vils impregnó su espada en llamas haciendo esta de antorcha.

-Yo iré delante –dijo Vils mientras los demás sonreían.

Todos seguían por la oscura cueva, así llegaron a una enorme grieta en el suelo, la cual era imposible ver el fondo debido a la total oscuridad. Astor indicó que la mayor fuente de energía provenía del fondo. El grupo vio un pequeño sendero que descendía, era muy estrecho y el más mínimo tropiezo haría que cayeran al abismo, por lo que avanzaban con gran cautela. Vils encabezaba la marcha siendo Abigail la última. Por más que descendían no podían ver el final del gran cráter, pero podían notar como la atmosfera del lugar se hacía cada vez más y más pesada, de repente un fuerte gruñido surgió del fondo y un gran vendaval les atacó. Todos se agarraron como pudieron a la pared excepto Abigail, la cual perdió el equilibrio y calló al vacío.

-¡Abigail, no! –gritó Masalot mientras todos miraban horrorizados.

El viento cedió y el silencio invadió el lugar, todos permanecían inmóviles mirando el fondo del cráter, fue entonces cuando se escucharon gemidos, parecían ser de Abigail.

-¡Abigail! –gritó Masalot.

Todos comenzaron a descender de nuevo a paso ligero, al fin llegaron al fondo, por suerte no estaban lejos, la chica yacía en el suelo aturdida por el golpe, la sangre brotaba de su frente debido a un golpe en la cabeza, por suerte estaba viva y consciente.

-¿Estas bien pequeña? –preguntó Masalot arrodillándose a su lado.

-Creo que sí –respondió aturdida.

-Se ha dado un fuerte golpe en la cabeza, deberíamos volver, no puede continuar así –sugirió Vils.

-No hemos llegado hasta aquí para darnos la vuelta, yo cuidare de ella, vosotros seguid, os esperaremos aquí –dijo Masalot.

-¿Estás seguro? –preguntó Tayson.

-Claro que lo estoy, nos quedaremos aquí, vosotros continuad –respondió el grandullón.

-Bien, tened cuidado, si sucede algo avísanos, no creo que vayamos mucho más lejos –dijo Tayson.

-Sí, tranquilos, vamos iros –concluyó Masalot.

Sin estar demasiado convencidos por la decisión tomada Tayson, Vils, Eternia y Astor siguieron el sendero que allí había, dejando atrás a Masalot y a Abigail.

-¿Estarán bien? –preguntó Vils.

-Masalot daría su vida por Abigail, estarán bien –respondió Tayson.

-Deberías preocuparte más por nosotros mismos –comentó Astor.

Masalot estaba sentado con la cabeza de Abigail apoyada en sus muslos. El grandullón sacó un trapo de su bolsa de viaje y lo mojó con un poco de agua de su cantimplora, el hombre pasó el trapo por la herida que Abigail tenía en la frente limpiándole la sangre, poco a poco la chica parecía recobrar más la consciencia.

-¿Masalot eres tú? –preguntó aturdida.

-Sí, soy yo pequeña –respondió sonriendo.

-Siempre te has preocupado de mí, nadie lo había hecho nunca –dijo con tono triste.

-Seguro que eso no es cierto –comentó.

-Sí… Sí que lo es, yo nací en un pueblo muy pequeño al oeste de Elamor, cuando la magia se despertó en mi fui repudiada, todo el pueblo me veía como una abominación… Incluso mis padres. Me abandonaron a mi suerte en una ciénaga –dijo con lágrimas en los ojos.

-Vamos tranquila pequeña –dijo abrazándola.

-Siempre he pensado que no valgo nada, que mi existencia no le importa a nadie –añadió llorando.

-Eso no es verdad, cualquiera de la banda daría su vida por ti, somos una familia –dijo sonriéndole.

-Gracias Masalot, significas mucho para mí –dijo abrazando al hombre.

-Tú también para mí pequeña –dijo devolviéndole el abrazo.

-Sin vosotros… No sería nadie –añadió la chica mientras Masalot sonreía.

Tayson y los demás seguían avanzando por el oscuro sendero. En un punto de la ruta vieron una extraña luz de color rojizo al final del sendero, todos empuñaron sus armas y se pusieron en guardia.

-¿En serio esa ciudad es tan importante como para jugarnos la vida? –preguntó Vils.

-Tu no lo entiendes muchacho, Tiralon y sus gentes siempre han cuidado de nosotros, los que vosotros llamáis forajidos ellos los llamaban amigos, siempre tenían un plato caliente y una cama para quien lo necesitara independientemente de sus estatus social, son buena gente, no puedo mirar hacia otro lado mientras todos mueren –explicó Tayson.

-Veo que aun conservas parte del honor de la orden –dijo Vils.

-Todo el honor que poseo lo conseguí tras dejar la orden –respondió.

El grupo llegó a lo que parecía el final del sendero. Una fuerte luz roja iluminaba las rocosas paredes, en el centro sobre un pequeño charco de agua se encontraba una piedra, la cual desprendía esa luz.

-Parece un rubí –comentó Astor.

-Lo parece, pero no lo es –dijo Eternia.

Tayson se acercó cauteloso a la piedra, se arrodilló para verla más de cerca, al tocarla sus ojos se volcaron en blanco y una fuerte energía eléctrica invadió su cuerpo. El hombre se encontró en una lugar desolado por una batalla, allí vio a dos personas, parecían tener los ropajes de la orden, aunque maltrechos, ambos yacían llenos de barro y con cientos de heridas por todo su cuerpo. Tayson permanecía quieto mirando la escena con gesto de terror. Los dos hombres que tenía enfrente les resultaba familiares, pues uno de ellos era el mismo, aunque mucho más joven, su otro yo pedía ayuda desconsoladamente mientras sujetaba al otro hombre entre sus brazos, caminaba por el campo de batalla cargando al hombre pero nadie acudía en su ayuda. En ese momento el hombre que sujetaba en brazos pareció despertar.

-Tayson, vete, la orden nos ha abandonado –dijo con tono débil.

-Quizás ellos lo hayan hecho, pero yo no lo haré –respondió.

-Mi vida llega a su fin, pero la tuya aún es larga –dijo el hombre.

Una explosión cercana hizo que ambos cayeran al suelo, el maltrecho hombre se levantó, no podía apreciarse nada de él, pues parecía como una sombra. Miró a Tayson, abrió el portal y de él sacó un revólver.

-Toma, te cedo mi arma, ahora es tuya. Vamos ¡Vete! –gritó el hombre.

-No me iré sin ti –suplicó Tayson.

El hombre comenzó a correr hacia la zona de batalla, ante la mirada impotente de Tayson, su compañero se perdió entre el fuego de las explosiones.

-¡Oscelot! –gritó Tayson.

En ese momento Eternia agarró al forajido apartándolo de la piedra. Tayson miraba a todos lados y vio a sus compañeros a su lado con gesto preocupado.

-¿Qué te ha pasado? –preguntó Astor.

-Yo, he visto el pasado –respondió algo aturdido.

-¿El pasado? –preguntó Vils.

-Un recuerdo casi olvidado… Estaba Oscelot, no lo recuerdo bien –dijo tocándose la cabeza con gesto de dolor.

-La piedra debe ser un recordatorium –añadió Eternia.

-¿Qué es eso? –indagó Vils.

-Es un artefacto mágico de gran poder, hace siglos que todos se perdieron, poseen una magia muy extraña, aquel que la toque será invadido por esa magia, penetra en tu mente y te hace recordar tus mayores traumas, nadie sabe cómo se originaron –explicó la mujer.

-¿Puede que esta piedra sea el motivo de la pena? –preguntó Astor.

-Es posible, pero la única explicación es que alguien la tocara durante un largo periodo y que la magia residual en su organismo se expandiera al contacto –tras esas palabras todos se miraron.

-El sheriff –dijeron al unísono.

Tayson se puso en pie, agarró su arma y disparó a la piedra haciéndola pedazos. Seguidamente todos empezaron a correr. El grupo llegó a donde estaban Masalot y Abigail.

-¿Qué sucede? –preguntó Masalot.

-Luego lo explicamos, tenemos que salir de aquí –dijo Tayson.

-¿Puedes andar pequeña? –preguntó Masalot a Abigail.

-Sí, creo que sí –dijo mientras se ponía en pie con alguna dificultad.

El grupo comenzó a ascender por el mismo sendero por el que bajaron. Rápidamente salieron de la cueva y pusieron rumbo a la ciudad. Masalot y Abigail insistían en que les contaran que ocurría. Astor les contó lo sucedido con la piedra con la sospecha de que todo lo inició el sheriff. La banda llegó a la ciudad, sin perder un instante se dirigieron a la oficina del sheriff. Al entrar se encontraron el cadáver de Matt sentado en la misma silla pero ni rastro del sheriff. Tayson comenzó a llamarlo a gritos pero sin recibir respuesta.

-Buen señor ¿Sabe dónde está el sheriff? –preguntó Vils a un ciudadano que pasaba por allí.

-Claro está en la plaza repartiendo la comida como hace todos los días –respondió.

Todos se miraron y comenzaron a correr hacía la plaza de la ciudad. Al llegar vieron al sheriff repartiendo carne y otro tipo de alimentos cogiéndolos todos con las manos.

-¡Qué nadie coma esos alimentos! –gritó Tayson.

-¿Por qué? –preguntó el sheriff.

-Hemos estado en la cueva, hemos destruido la piedra sheriff –dijo Tayson.

-Que gran noticia, entonces todo acabó, la ciudad podrá volver a la normalidad, Matt se pondrá muy contento –dijo sonriendo.

-La pena no ha terminado, solo hemos exterminado el origen pero aún queda ocuparse de la propagación –comentó Astor.

-Explícate mejor joven –insistió el hombre.

-Al ver la piedra usted la agarró, la magia que había dentro de ese artefacto es muy poderosa y extraña, la cual se propagó por todo su cuerpo, esa extraña energía se propaga en todo lo que usted toca, así es como ha ido propagando la enfermedad, esa energía residual que hay en su cuerpo poco a poco ha ido consumiendo a todo habitante de la ciudad –explicó Eternia mientras todos los presentes tiraban la comida al suelo y se alejaban de sheriff.

-No, eso no es verdad… Yo… Matt –dijo con el rostro lleno de horror.

-La energía residual debería desaparecer con el tiempo, debe aislarse, no mantener contacto con nadie, con el tiempo desaparecerá –explicó Eternia.

-Yo maté a Matt… Yo, iré a su lado para pedirle perdón –dijo mientras agarraba su revólver.

El hombre se acercó el cañón de su arma a su sien, Tayson corrió para impedir que disparara pero no lo consiguió, el hombre apretó el gatillo y se voló la cabeza ante todos los ciudadanos, la sangre bañó toda la comida que había sobre la mesa y un gran charco rojo creció en el suelo.

-Mierda, le dije que tenía cura –dijo Eternia.

-El hombre había perdido la cabeza, en realidad creo que es mejor así –comentó Astor.

Todos quedaron en silencio viendo el cadáver del pobre hombre mientras el sol comenzaba a esconderse tras las colinas y dejaba paso a la hermana luna.

Lejos de allí en las ruinas de lo que antaño fue una majestuosa ciudad se encontraba un hombre, camuflado entre las sombras sin que pudiera verse nada de su cuerpo. Este permanecía inmóvil mirando a la luna. La silueta comenzó a caminar por las calles derruidas de la ciudad. El hombre subió unas escaleras hacia lo que parecía ser una muralla de roca maciza, con sus manos creó una pequeña fuente de luz amarilla, de esa luz decenas de cuervos aparecieron y comenzaron a volar en todas direcciones.

-Avisad a todos, deben venir a mi presencia, todos debemos estar unidos –dijo la sombra a las aves.